A causa de alguna extraña parafilia aún por catalogar
experimentaba indescriptibles pulsiones internas ante las ficciones que me
presentaban la raza humana desapareciendo del mapa.
Digamos que era de esa clase de gente a la que le va el
rollo apocalíptico así que en cuanto conseguí un ejemplar de Cenital las piernas enseguida comenzaron
a temblarme de excitación pero el problema era que la gasolinera abandonada de
la portada me había puesto tan
cachondo que al principio me costaba trabajo pasar las páginas.
Era junio de 2012 y suponía que lo que estaba leyendo era
una novela pero a ratos aquello se convertía en un ensayo que de pronto me
helaba la sangre con la que trataba de mantener mi aberrante erección. Decidí
entonces que simplemente se trataba de una ficción especulativa pero mucho
antes de la mitad ya estaba convencido de que lo que tenía entre manos no era
otra cosa que un manual de supervivencia.
De pronto el fin del mundo me dio miedo.
Mi genocida perversión sexual desapareció para siempre del
mismo modo que ante el advenimiento de los vídeos caseros distribuidos por
Internet había desparecido mi interés por las películas pornográficas rodadas
en el Valle de San Fernando.
Esa era la analogía… las ficciones apocalípticas, como las
películas porno, no son creíbles, no tienen argumento, se centran en el cómo y se quitan de encima el por qué con cuatro líneas de diálogo.
Vayamos al grano… gemidos, lamentos y unas cuantas explosiones antes de
inundarlo todo.
Cenital sin embargo, como las grabaciones de sexo casero, es puro realismo. No
hay maquillaje y se pueden ver los granos y las axilas mal rasuradas. Las
lorzas fruto de nuestra inconsciente opulencia desbordan por todas partes. De
pronto te das cuenta de que no se trata de una película sino de sexo de
verdad.
Cenital curó mi parafilia pero a la vez me jodió la vida. Ahora estaba de veras
asustado y paranoico.
Durante cinco minutos pensé en escribir una reseña de la
novela y tomé unas cuantas notas al respecto pero justo entonces la radio
anunció que el ministro de economía acababa de solicitar y obtener de la Unión
Europea el rescate de los cien mil millones a la banca española.
¡Mierda!... Yo acababa de leer exactamente aquello. Repasé
el índice y volví al capítulo en el que Bueso había escrito palabra por palabra
lo que estaba pasando.
Angustiado consulté la fecha de edición: marzo de 2012.
Teniendo en cuenta la lentitud del proceso editorial, lo
normal es que el manuscrito llevase algunos años acabado antes de su
publicación a lo que habría que añadir quizás otro de redacción… ese era el
margen.
Bueso no era un escritor, era un puñetero profeta de los
que aciertan.
Había narrado el futuro con años de antelación y lo que
augura para después es aún peor.
Bueso
habla de las teorías maltusianas y hace referencia a los colapsos de algunas de
las civilizaciones que nos han precedido. Asegura que estamos reproduciendo
paso a paso el estándar para el modelo establecido.
Somos fieles replicantes.
Por supuesto al instante abandoné mi inconsciente impulso
de reseñar Cenital.
Capté el mensaje y comprendí que sería imposible salvar
todos los culos de modo que mejor cerrar el pico y poner el mío a salvo cuanto
antes porque Cenital es también el
nombre de la ecoaldea a la que todos querrán mudarse cuando ya sea demasiado
tarde y, evidentemente, no habrá sitio para todos.
Mi novia me pidió entonces que le prestase el libro pero
mis reflejos sinápticos reaccionaron con rapidez y sin titubear le dije que lo
había perdido o, mejor, que lo había tirado a la basura.
No podía permitirle la más mínima concesión al boca a boca.
El mundo se estaba yendo al carajo pero en el fondo yo era
optimista porque sabía que en Cenital había
unos cuantos flotadores y además… ¿cuántas probabilidades había de que la
novela de un autor español menor de cuarenta se convirtiese en un éxito?
Ahora, seis meses después, todas las mañanas sigo
subrayando los fragmentos en los que las profecías de Bueso van cobrando vida.
Luego dedico un par de horas a aprovisionarme de latas y agua embotellada y
completo mi entrenamiento en el manejo de todas las herramientas de una navaja
suiza antes de bajar a cultivar mi huerto.
Lo único que me preocupa es que en la World Wide Web me he
encontrado ya con más de un centenar de gilipollas que han cometido la
imprudencia de reseñar Cenital. Resulta
que el marketing viral solo funciona
cuando no debería de hacerlo y, según parece, la segunda edición está a punto
de agotarse.
La inefable Ley de Murphy.
Problemas, problemas, problemas… demasiados lectores
suficientemente informados con los que pelear por los restos del
naufragio.
Compruebo mis reservas de combustible y decido que podría
permitirme el lujo de derramar un par de bidones en los almacenes de la Editorial
Salto de Página si a los inconscientes de sus responsables se les ocurriese la
mala idea de lanzar una tercera edición.
Mientras pulo los pequeños detalles de mi plan trato de
convencerme de que no sería un despilfarro innecesario de gasolina. Hablamos de
previsión de futuro.